Has abandonado. Has tenido que hacerlo. Las piernas no te respondían, la cabeza fallaba y el corazón ya estaba cansado de tanto decirse a sí mismo que podía seguir. Has abandonado. Te has decepcionado a ti mismo. Has decepcionado a los que te esperaban en meta. Te duelen los pies, los muslos parece que han dejado de funcionar y la cabeza te da mil vueltas. Estás cabread@ contigo mism@, porque te prometiste intentarlo y no has conseguido llegar. Querías llegar. Querías acabar y decir "lo he hecho". Pero se ha quedado en un "lo he intentado". No quieres volver a tomar una salida en mucho tiempo, no quieres saber de entrenos en montaña o de madrugones para correr. Ni de coña. Una y no más.
Pero no. Te estás equivocando.
Todos hemos pasado alguna vez por esos momentos de flaqueza en medio de una carrera, de una travesía, de una competición cualquiera. Siempre llega ese instante en el que te planteas qué haces ahí, por qué lo haces, nadie te está obligando. O ese minuto en el que empieza a dolerte una pierna, las rodillas, el calambre que no termina de pasar. Piensas "no puedo", y esa es la frase que lo estropea todo. Algo te dice "déjalo, no vale la pena, no fuerces". Y a veces, tiene razón.
¿Qué pasa si abandonas? NADA. Entendamos de una vez que abandonar cuando el cuerpo dice basta, no es motivo de decepción. Es, simplemente, que hemos llegado a un límite que no podemos sobrepasar, al menos en esta ocasión.
Yo he abandonado alguna vez. Por agobio, por ser la primera vez, por no haber entrenado bien. Abandoné, y lo recuperé con creces en la siguiente. ¿Pasó algo? Pues no. En ese momento, sólo piensas en que te has decepcionado a ti mismo, en un "¿qué he hecho mal?", en lo que pensarán tus compañeros, tus amigos, tu entrenador... Duele, claro que duele. Duele más el orgullo que el propio cuerpo, a veces. Porque parece que no hemos tenido la suficiente voluntad para seguir adelante. Pero lo que hay que mirar es que a veces, no se trata de voluntad; se trata de salud. Cuando tu cuerpo no puede más, no puede, por mucho que tu cabeza siga insistiendo.
Hace un par de días, fuimos a ver la Tenerife BlueTrail. Estando en el mirador de La Corona, mientras pasaba gente de la Maratón (44 km), la Trail (66 km) y la Ultra (97 km), una chica que bajaba en ese momento tuvo que parar. Los bomberos que estaban le propusieron bajarla, atenderla, que dejara la carrera y se retirase. Su respuesta fue: "Ni muerta".
Seamos realistas: ¿no abandonamos por orgullo? ¿Dejamos que nuestro cuerpo se reviente, casi literalmente, sólo por no dejar que nos coman luego los remordimientos?
Pues sí, a veces sí. A veces somos brutos y brutas hasta el punto de arrastrarnos únicamente por no decir "tuve que abandonar". Pero abandonar no está mal. No es signo de debilidad. No es signo de flojera. Es, solamente, que ese día, algo no cuajó. Y volveremos a intentarlo a la próxima, y lo volveremos a intentar una y otra y otra hasta que abandonar sea sólo una anécdota, un recuerdo.
No está mal abandonar. Es únicamente un paso más en el camino.