viernes, 30 de diciembre de 2016

Tráeme mucho, 2017

 
Se acaba 2016. Año de cambios, al menos en mi caso, y que me dejará muchos momentos para el recuerdo.

Empecé 2016 yendo a entrenar al monte. Sí, yo, sufriendo después de veinte días sin entrenar y con un frío helador de esos de principio de año (un 2 de enero, a quién se le ocurre). Pero no fue lo único, porque un par de días más tarde, estaba en el agua de Las Teresitas nadando sin traje. Sí, otra vez, a quién se le ocurre. Ese día me pensé durante casi diez minutos dentro del agua si meterme a nadar o quedarme allí en la orilla. Mal, mal.

Los meses siguientes fueron desastrosos, seamos realistas. Empecé a entrenar en serio con entrenos programados y seguimiento, pero llegó la Media de Acentejo y peté. Mala cosa. Entrenar carrera, y sobre todo en monte, me resulta muy difícil al no conocer senderos y al no poder ir acompañada para no frenar a la compañía. Lo de prepararse en algo que no es lo tuyo requiere tiempo, ganas y paciencia, mucha paciencia. Mía y de los que me acompañen. Más de una vez me ha pasado que quienes vienen conmigo no pueden hacer bien su entreno por quedarse atrás haciéndome compañía (y para que no me pierda por el camino, también). Esas situaciones son frustrantes, porque no sólo ves que no estás al nivel de tus compañeros, sino que además su entreno se ve frustrado por tu culpa. De ahí que haga meses que no voy a entrenar al monte en grupo.

En el agua las cosas son distintas, pero tocar el asfalto para probar un acuatlón me mata cada vez. No sólo las transiciones se hacen más duras cuando odias correr, sino que ver cómo a tu primera vuelta los compañeros ya llevan la segunda terminada, se hace duro, y hablo de los entrenamientos. A la hora de la verdad... No quiero ni contarlo.

El hecho es que fui mejorando en algunos aspectos, pero en otros siempre me quedó pendiente algo. Vamos a ser claros: mi asignatura pendiente siempre ha sido, es y será, la carrera. Da igual cómo me lo tome, da igual las veces que me obligue a correr, las carreras a las que me apunte; ni se me da ni me gusta especialmente. Correr por correr no, pero sin embargo hacerlo en competición sí. Que vale, luego soy de las últimas de la tabla, pero me motiva especialmente eso de correr con dorsal.

El 2016 también me dejó la experiencia del esquí en Andorra (un desastre, sin pasar de la pista verde), de un intento de surf y windsurf (con bastantes moratones de recuerdo), de un par de recorridos en kayak, del buceo (casi me ahogo en una piscina de tres metros), de la vela (ese barco velero cargado de sueños cruzó la bahía...) y de los nervios antes de entrar al mar, algo que puede resultar normal, pero no tanto en mi caso.

Llegó el verano, llegaron los cambios. De horarios por el trabajo, de entrenamientos por la "mudanza" del entrenador, de hábitos porque cambiaban también los objetivos. Lo peor fue sin duda tener que enfrentarme sola a la piscina, porque por trabajo tuve que empezar a nadar en horarios en los que debía hacerlo en solitario. 

Luego llegó OZONE, y con él, el OZONE Team que me dio un sitio en un equipo. No, nunca antes había competido como parte de un equipo. Y la sensación es muy buena. Eso de representar a quienes han entrenado todo el año contigo, que ya son más amigos y familia que compañeros. De esta forma, cada competición es un poco de todos, cada resultado viene dado por los entrenos que hemos hecho todos, cada podio (si se alcanza) lleva un poquito de cada uno

Los últimos meses de 2016 me dejaron buenos resultados en agua, lo que me da ánimos para seguir más fuerte el año que viene. Para empezar con más ganas en las aguas abiertas, porque en carrera las dudas siguen muy presentes. Tan presentes que me eché atrás por primera vez en una carrera cuando me negué a hacer el Maratón de Santa Cruz habiéndome apuntado muchos meses antes. Y yo no soy de las que se echan atrás. De hecho, esta es la excepción que confirma la regla.

Para 2017... para 2017 no sé qué esperar. Supongo que tengo varios objetivos en mente que quiero cumplir sí o sí, da igual las condiciones que se vayan presentando. Pero también soy consciente de que muchas cosas pueden variar a lo largo de 365 días, y de que no voy a estar en el mismo estado físico, anímico y mental durante doce meses. 

Me quedan por plantear retos que me dan miedo, algunos que creo que pueden ser demasiado, y otros que me gustaría realizar pero que conllevan una preparación a la que no sé si podré hacer frente. Es difícil verte limitada por tus propias capacidades. Porque seamos sinceros; no podemos hacer bien lo que no se nos da. Podemos prepararnos, echarle ganas y terminar mejorando, pero nunca será fácil. Que sí, que el intento es lo que cuenta muchas veces, pero al menos para mí es una desmotivación ver que no me sale, que da igual las veces que lo intente. Puede que sea también un círculo vicioso: si no lo entrenas, no mejoras, y si no mejoras, no lo entrenas porque te has desmotivado. O eso al menos es lo que me ocurre a mí.

Pero, en cualquier caso, hay algo que no quiero que se quede en el tintero, y es el agradecer a cada una de las personas del equipo, uno por uno. Sin ellos, cada reto perdería su gracia y no habría motivación por mejorar (y por enseñarles los trofeos después de ganar algo, vamos a decir la verdad):

A Domingo, por ser un ejemplo para todos y por enseñarme que si hay ganas, todo es posible. También por picarse conmigo en los acuatlones a ver quién sale antes del agua y no dejar que me desmotive mientras hago la parte de carrera.

A Tana y a Aythami porque, aunque me piquen muchísimo en cada entreno, sin ellos no sería lo mismo ni entrenar ni competir. Lo diferente que es entrenar con dos bestias pardas como estas al lado, que te hacen querer llegar a su 50%.

A Betuel por acompañarme cuando más me costaba correr, por no dejarme caminar, por descubrirme una parte de mí que no sabía que existía al seguir intentándolo. Por cada mensaje de ánimo y por cada minuto de entrenamiento compartido.

Y por supuesto, a Juan Carlos, que de entrenador y amigo ha pasado a ser casi que un hermano mayor. Sin él no existiría ni el equipo-familia que es OZONE, ni este blog, ni las ganas de seguir mejorando. Gracias por su dedicación, por su implicación, por su apoyo. Mucho de lo que soy ahora, no sólo como deportista, sino como persona, se lo debo a él, que desde hace más de tres años viene aconsejándome y empujándome en todo lo que hago. Mil gracias una y otra vez por todo.

Al 2017 ya sé qué pedirle, y es seguir con esta gente al lado, que aunque sean unos picados, unos toletes (con cariño) y unos rácanos con mi música, en el fondo se les quiere. Pedir también que OZONE crezca, que ganemos más de todo lo bueno (miembros, trofeos, forma física, capacidades), y que nos traiga ganas para seguir mejorando. Sobre todo ganas, que son lo que falla en algunos momentos.

A nivel personal, pido poder hacer frente a mis retos, cumplirlos y sentirme orgullosa de ellos. Compartirlos y, por supuesto, celebrarlos. Que las victorias, en compañía y con una cerveza, saben mejor.

¡Feliz Año 2017!

No hay comentarios:

Publicar un comentario